No era una mañana cualquiera, todos
despertamos alegre porque jugaba el campeón de América y se disputaba una final
más. Todos con canticos empezábamos a alentar nuestro equipo del alma desde
casa, el partido empezaba a las 4:00 pm, pero nos sentamos frente al televisor
a las 1:30pm.
Pasada la hora del partido, el
árbitro pito y el balón rodó. Todos alegres
por ver a nuestro equipo diputar una final más. Todos preocupados porque el
partido de ida había quedado 2-1 cayendo nuestro equipo. Pero el gol no se hizo
esperar y llegó al segundo 37 del primer tiempo, todos alegres y con lágrimas
en los ojos brincábamos y nos abrazábamos del tan esperado gol.
Eran las 4:45 y ya Iba medio tiempo
de del partido, todos felices y al vez preocupado porque el segundo gol no llegaba.
El árbitro pito y el primer tiempo se
acabó.
En
el entretiempo todos gozábamos en familia al ver a nuestro equipo ganar.
Pero a la vez estábamos preocupados porque el global iba 2-2.
Iba a empezar el segundo tiempo ya
los dos equipos estaban preparados para
enfrentar esa etapa final, el árbitro pito y el balón rodó.
Ya iban 40 minutos del segundo tiempo
y nosotros no dejábamos de alentar a nuestro equipo, el otro equipo llegaba y
llegaba pero no marcaba. El segundo tiempo terminó y todos angustiados porque
se venían los penaltis, algunos lloraban otros reían de la emoción como si
estuviéramos presente en el estadio.
Pasaron 5 minutos de descanso y ya
los equipos estaban dispuestos a patear los penaltis, el árbitro tiró la
monedita y comenzó pateando el equipo rival (Junior).
Todos preocupados por que se venía el
primer penaltis, el árbitro pitó y el jugador erró el penalti, se venía el
jugador de nuestro equipo y todos nerviosos a ver qué pasaba. El árbitro pitó y
el jugador anotó. Todos alegres de ir en
ventajas en el marcador; se venía el jugador estrella del otro equipo. Su
arquero Sebastián Viera, todos preocupados
porque él nunca erraba penales. El árbitro
pitó y el jugador erró su primer penal, todos alegres por que el marcador se
alejaba a nuestro favor. Alejandro Guerra
iba a patear el penal decisivo, el árbitro
pitó y el jugador anotó, todos alegres porque nuestro equipo del alma había
quedado campeón una vez más.